jueves, 17 de octubre de 2013

El arte de despertar con el arte

Desde el principio de los tiempos, el ser humano se vio en la necesidad de organizarse con los de su especie para vivir mejor. Organizarse crear ciertas normas, ciertos convenios, rutinas y costumbres. ¡Ay la costumbre! Es una de esas cosas que tienen los seres humanos para vivir adormecidos.
Hoy en día, parece que tuviéramos ya todo establecido, determinado, programado. Tenemos los días de la semana, las horas, el dinero casi todo contado, pero contado en armonía con todo aquello que nos han impuesto. Tenemos que comportarnos de cierta manera en ciertos lugares, saber cómo vestirnos, cumplir horarios, entretenimiento en os fines de semana, estudiar, luego trabajar, casarse, hijos… Al final, si se ha cumplido todo bien, puede uno jubilarse y ahí si cuando ya se tiene el organismo semi dañado, se puede disponer del tiempo como se quiera. 

 Es tan simple como eso: cumplir reglas y acostumbrarse, ser un brillante miembro del sistema. Sin embargo, existen aquellos extraños que no han podido mal acostumbrarse a esta estructura de la sociedad, que es democrática, por cierto. Son esos, los locos que se dedican al arte y que, por ejemplo, prefieren subir a un escenario a regalar fantasías a la gente, inventarse historias que hacen soñar, antes que subir a un escenario a dictar un discurso político lleno de falsas esperanzas, de fantasías de las malas, de esas que no causan gracia más bien angustia. El teatro, como dice Savater, si es una actividad democrática por excelencia, “nació como un instrumento de reflexión democrática sobre el individuo que, más allá de los dioses y de la naturaleza, tiene que ser capaz de gobernarse a sí mismo”.
Pero no solo se trata de teatro, se trata de música, pintura, danza, poesía esas manifestaciones que vienen auspiciadas por aquellos que están tocando la libertad. Esos que se atreven a mostrar quiénes son y de decir lo que piensan. Los que no se quedan a esperar a la jubilación, solo abren las alas y el mundo les queda chico. Lo que pasa es que ya casi no tienen miedo. 

 Pensar en que el planeta es tan grande y apenas salimos de la ciudad. Casi nunca saludamos al vecino, difícilmente alzamos la cabeza para ver las montañas alrededor o el cielo. Andamos tan apurados para cumplir todo lo que nos han dicho que debemos hacer, vivir no es solo existir. El arte es una de las maneras de descubrir que en realidad no existe nada que esté establecido, no hay razón absoluta. El arte nos da esos aires de libertad que tanto nos hacen falta…

viernes, 4 de octubre de 2013

Las impulsadoras de cerveza

Eran exactamente las doce del día, hora a la cual habían convocado a las chicas para la reunión de "trabajo". Aunque, claro, no todas tenían claro de qué se trataba, qué tenían que hacer, cuánto les pagarían...

El lugar era el Hotel el Quijote, centro de Cuenca. Al rededor de unas veinte chicas se habían dado cita, nerviosas, emocionadas, dudosas. Subieron al segundo piso en donde las esperaban tres personas, un joven que hacía de fotógrafo,  un señor representante de brahma y budweiser; y una señora de cabello rubio teñido, labios bien pintados, cejas delineadas y tacones. 

Ingresaron a una sala grande, semi vacía muy hermosa como de las casa antiguas de la ciudad. Habían espejos, balcones y al fondo en un lugar un poco elevado del suelo estaba colocada una mesa con dos sillas. Ahí se situaron quienes iban a dar las instrucciones y a un costado el fotógrafo de pie. 
Las mujeres eran todas jóvenes, se habían maquillado hasta las orejas y vestidas como para ir a una fiesta, de segura más de una fue aquel día a la peluquería. Por fortuna, habían unas cuatro chicas que se habían presentado tal y como eran, incluso con sus mochilas, pensando que tal ves podría ser un trabajo para obtener experiencia, aprender, desarrollarse, conocer y ser remuneradas por un  buen desempeño intelectual. 

El señor dio algunas explicaciones, lo que dijo en breves rasgos era que tenían el objetivo de que las cervezas nombradas se consuman más, que ellas debían convencer a la gente de las cualidades de las cervezas, sobretodo de brahma. Aseguró que no daba resaca, que tenía menos químico, que era más económica, etc

Luego vinieron las sugerencias de la rubia mayor, ella las llamo impulsadoras  y dijo: "deben conocer perfectamente las características de la cerveza así como saben el número del novio, así como conocen las cualidades del novio". En efecto, quiso hacer una broma porque las asistentes rieron. Pero tristemente una de las asistentes era yo y no,  no había gracia alguna. Decir algo así implica que el más fuerte conocimiento que alguna de nosotras podía tener era el "número del novio".

Y pensar en todas esas mujeres que habían luchado en medio de una sociedad machista, en las mujeres que habían luchado por la equidad de género, el derecho a estudiar, el derecho a sufragar... Ahora ya se imaginarán con que ropa más provocativa las harán vestir, como tendrán que peinarse y hasta como deben convencer. 


No es cuestión de satanizar el modelaje, el maquillaje o la actividad que a una mujer le de la gana de hacer. Como dice Susan Sontag "no está mal ser bella; lo que está mal es la obligación de serlo". ¿Por qué no habían llamado a varones? y en caso de que hubieran ¿por qué ellos no usan tanto maquillaje, tanta máscara? Es este sistema el que obliga a la mujer a buscar un patrón al cual seguir. Sin darse cuenta actúa pensando en cómo va a ser juzgada, juzgada por el pensamiento de un hombre ya hasta parece que las propias mujeres han adoptado esa misma manera de mirar.